Cada día hay más violencia en los colegios, en los hogares y en las calles. Los delincuentes y violentos son cada vez más jóvenes, y no solo delinquen por necesidad sino también por diversión, para grabar las imágenes en sus teléfonos móviles y distribuirlas entre sus amigos, o para colgarlas en Internet. Esta peligrosa moda de violencia lúdica y globalizada me resulta espeluznante.
Los dibujos animados, las películas, los vídeo-juegos (en los que se ganan puntos matando) e, incluso, los culebrones para amas de casa son tremendamente violentos, con asesinatos y muchas armas. (ejemplos: Pasión de Gavilanes, o Mujeres desesperadas). La televisión, en un ochenta por ciento de su programación, se ha convertido en la universidad de lo más nefasto, vulgar y cateto. Y los telediarios solo dan malas noticias. A la televisión, en mi primera novela “Réquiem por Peter Pan”, la apodé: el Anticristo.
El gran invento de la televisión, bien utilizado, podría ser un vehículo de cultura capaz de cambiar el mundo. Pero parece que darle un buen uso a la caja tonta no interesa. Por ello, desgraciadamente, sufriremos cada vez más de esa violencia, que ya no es una ola, es un verdadero tsunami. Prueba de ello es que se están poniendo de moda las matanzas a lo Columbine.
Una reciente estadística revela que los niños por pasar 930 horas al año viendo la televisión, convertida en educador infantil, contemplan unos doce mil actos de brutal violencia al año. No es de extrañar la mala educación, el nerviosismo, la hiperactividad y el gamberrismo de esta nueva generación de consentidos y faltos de autoridad paterna que, a este paso, acabarán matándose en los parvularios. Cuanta más violencia han visto, más agresivos son de mayores.
Las manifestaciones de protesta son rara vez pacíficas. Incluso, con la excusa de que un equipo de fútbol ha ganado o ha perdido, los violentos aprovechan para destruir, saquear o quemar todo lo que se les pone por delante.
A esto hay que sumar el mal trato entre las parejas, las peleas entre bandas juveniles, el racismo y los arreglos de cuentas entre mafiosos, que campan a sus anchas, desde que se cometió el grave error de abrir las fronteras, por una España permisiva y con leyes poco severas.
Y, para colmo, está el espantoso enfrentamiento entre jóvenes de la ultra derecha y de la ultra izquierda, que son las dos caras de una misma moneda. Un enfrentamiento motivado por remover el pasado y generar crispación a una generación que ni soportó bombardeos, ni pasó hambre, ni sufrió los horrores de una guerra civil. Una generación nacida en la democracia y en las libertades y que, por culpa de la incapacidad de algunos políticos, sufre hoy un deterioro de una gran magnitud, y está enfrentada casi como en los pasados años 30.
¿Por qué los políticos no hacen leyes que prohiban las imágenes de brutal violencia gratuita, que son la semilla de toda esta criminalidad, mientras de un plumazo se permiten prohibir cosas de mucha menos gravedad, lo que me parece correcto, como llevar casco, fumar o abrocharse un cinturón se seguridad?
Lamento que, disponiendo de tantos avances, nuestra sociedad esté entrando en una especie de Medioevo tecnológico, que puede acabar muy mal.
Foto Flickr photorant
1 comentario:
estoy convencido del ciclo histórico al que nos enfrentamos continuamente. Aunque parece que en nuestro presente todo sea más rápido, no creo que podamos alterarlo de modo genérico, sino a nivel individual. y como siempre, habrá un progreso, a pesar de las victimas. y tambien, una selección aleatoria de los "triunfadores" que serán recordados, u olvidados.
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