En esta humilde casa de Saint-Rémy de Provence nació, en el año 1503, Michel Nostradamus.
Este erudito profeta estudió en Aviñón y en la Escuela de Medicina de Montpelier.
Nostradamus fue el astrólogo de la Reina Catalina de Médicis y el médico personal de su hijo el Rey Carlos IX de Francia.
Con gran sorpresa e incredulidad, he leído, en varios medios y en Internet, una de sus profecías que vaticina que la isla de Ibiza, en caso de que una guerra nuclear acabase con el mundo, sería el último refugio con vida del planeta (¿?).
A mi gusto, el islote de Es Vedrá, frente a la costa ibicenca, sería el lugar idóneo para este acontecimiento.
Hoy, yo jugaré a ser Nostracarlus, y expondré mis vaticinios para el próximo siglo:
Dentro de 100 años recuperaremos la sensatez, y nos reiremos de este tipo de esculturas "tan elaboradas" y que se venden como obras de arte.
Dentro de 100 años solo se valorará el auténtico y perfecto trabajo creativo.
Las manchas y los borrones no tendrán más cabida en los Museos.
Y se apreciará, de nuevo, el virtuosísmo y la calidad en la pintura.
El chumba-chumba, ese fenómeno de masas amfetamínicas, pasará a la historia como uno de los peores periodos de la historia de la música.
La música, compuesta e interpretada por auténticos músicos, ganará la batalla a la producida por esos DJ, considerados dioses por unas masas empastilladas y sin criterio artístico.
La humanidad acabará harta de los burdos imitadores de El Bulli, y de sus sofisticados y minimalistas platos de gastronomía de laboratorio, bautizados con rimbombantes nombres, como por ejemplo: "Muselina de clítoris de avestruz, sobre un crujiente de arándanos caramelizados".
Se volverá a dar valor a una alimentación sencilla, más sana y menos snob.
La adicción a los tatuajes finalizará cuando ya no le quede al ser humano un solo centímetro de su cuerpo por tatuar.
Las pieles sanas, tersas y limpias no tendrán precio.
Los piercings, generadores de infecciones varias, destrozarán los escaners de los aeropuertos.
Gustarán de nuevo los rostros naturales, sin labios, pómulos y frentes hinflados o paralizados por el botox, u otras sustancias inyectables.
La humanidad se reirá cuando vea prendas, como este andrajo, fabricadas por marcas caras, porque los ricos, en plena crísis de valores, han querido emular, cínicamente, a los pobres.
Volverá la decencia, la sobriedad y el buen gusto en el vestir.
Un muy amplio sector de la sociedad vivirá en la más extrema miseria, habiendo finalmente aceptado que endeudarse hasta las cejas, para pretender vivir como ricos, es una engañosa y nefasta utopía. Paradójicamente, se crearán gracias a la crísis, unas nuevas fortunas impresionantes.
En consecuencia, se perderá totalmente el respeto a financieros, banqueros y políticos corruptos, que estarán controlados por una tecnología punta, en manos de una sociedad implacable, y al borde de la violencia extrema.
La Sanidad Pública, arruinada, no tendrá medios para pagar el enorme coste generado por las múltiples enfermedades que sufrirá la generación que, muy prematura y permisivamente, se dió a los excesos del alcohol, y al consumo de las múltiples drogas duras y sintéticas, que tan a mano tuvieron.
Los islamistas radicales nos ven como seres decadentes y degenerados.
Por esa razón, el Islam, intentará destruirnos por todos los medios.
Me disfracé de anciano convencido de que yo abandonaré este mundo antes de llegar a estos extremos de decrepitud.
Así pues, mi última profecía, y posiblemente la única que acertaré, es que dentro de 100 años yo ya no estaré para comprobar la veracidad del resto de mis vaticinios.