El haber impartido una clase de Relaciones Públicas, en la Universidad Internacional de Cataluña, ha sido, para mí, una nueva y muy grata experiencia.
Estuve una hora de reloj sin parar de hablar, y pude apreciar, con agrado, el interés con el que se me escuchaba. Nada que ver con mi falta de atención, cuando yo asistía como alumno, a clase en la Facultad de Derecho de Barcelona.
Me matriculé por obligación paterna. Porque hace 42 años, nadie entendía lo que eran las Relaciones Públicas. Se pensaban que consistía en dar palique a la clientela en un bar de copas.
Pero, gracias al cielo, cometí la osadía de desertar en el tercer año de carrera, para empezar, desde lo más bajo, y convertirme muy tímidamente, en pionero de una nueva profesión que me gustaba, y de la que había oído hablar, vagamente, en los Estados Unidos, con el nombre de Public Relations.
Recuerdo el lejano día en que entré en un Pub para llamar por teléfono (los móviles no existían), y una mujer, pintada como una mona, y en actitud altiva, me dijo : "Hola. Soy la Púbis Relechons de este Paf". Ese día comprendí que mi profesión ya era algo normalizado en España.
Ahora existen grandes empresas de Relaciones Públicas, y Escuelas que imparten esta materia. Por lo que a nadie le parece rara esta respetable profesión.
Yo he sido un autodidacta. Pero he conseguido, tras una labor de muchos años, un reconocimiento que me ha llevado hasta las aulas de esta Universidad, y a colaborar con marcas y empresas de renombre internacinal.
Desde aquí agradezco el interés y los aplausos de aquellos que asistieron a mi primera clase. Francamente: no me lo esperaba.
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