Mis amigos italianos Paola y Pio llevan el restaurante del pequeño Hotel Las Brisas, en Porroig.
Porroig es una maravilla.
La barra del bar está debajo de un techo de bigas de savina.
Hay una zona a cubierto, pero a mí me gustan las mesas en pleno jardín con una maravillosa vista.
Yo me senté en esta mesa.
Esta mesa es la preferida por la gran mayoría de clientes, que pueden disfrutar en Las Brisas de una muy buena cocina casera italiana.
En el jardín, junto a las mesas, hay una piscina.
Como este hotel con encanto solo tiene 9 habitaciones hay mucho silencio y tranquilidad.
Me despedí de Pio y Paola, y de sus tres simpáticos hijos, y me fui a bañar.
Eran las 6 de la tarde. Como conozco muy bien Porroig, caminé hasta llegar a uno de mis rincones preferidos de Ibiza.
Dejé mis cosas en este embarcadero y nadé hasta que oscureció. Da pena ver que el fondo marino de toda la costa está cubierto por una especie de polvillo de color beig. Es la polución.
Recordé con nostalgia mi viaje a las islas Seychelles.
Allí nadé agarrado a tortugas.
Buceándo en las aguas de las Seychelles pude ver un fondo limpio, multicolor y lleno de fauna marina.
Cuando se hizo de noche regresé a Las Brisas. Me gustó mucho, y comprendí que volvería para cenar contemplando la fantástica vista.
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