“La cara es el espejo del alma”, se afirmaba en mis años mozos. Pero desde que existen Corporación Dermoestética, la cirugía plástica y el botox, este dicho popular ha quedado obsoleto. Hoy día, hasta el Refrenarero Español necesita un lifting.
En Inglaterra hay una nueva lotería, y el premio consiste en una operación de estética. No es broma.
Me encantaría oír a Los niños de San Ildefonso cantar:
-¡Siete mil cuatrocientoooos setentaicincoooo!
-¡Alargamientoooo de peneeee!
-¡Doscientoooos ochenta y treees!
-Una lipooosucciooón!
Las quinceañeras, si sacan buenas notas, o como regalo de Navidad, quieren que sus padres les compren un par de melones, o una rinoplástia.
Y muchas mujeres llegan a la consulta del cirujano, y le muestran una página, con la foto de una famosa, que han arrancado de una revista en su peluquería. Y, como si el cirujano plástico fuese la costurera de la esquina, le piden los pómulos de Nicole Kidman, el trasero de Beyonce, o los labios de Esther Cañadas.
Esto en el mejor de los casos, porque muchas mujeres acaban siendo intervenidas en la trastienda de una tintorería cutre, o en un piso sin las más mínimas condiciones de higiene, ni los permisos pertinentes. Eso sí: pagando la intervención en cómodos plazos mensuales.
Cuando una persona se me pone delante y lo primero que me viene a la mente es: ¡Vaya tetazas de plástico, menudos morros, o que estirón! Significa que el trabajo está mal hecho. La buena cirugía no debe ser evidente.
Yo no estoy en contra de la cirugía estética. Estoy en contra de la exageración y de la chapuza. (Me han contado que, en la peluquería de un pueblo, anestesiaban a las pacientes de un certero sartenazo en la coronilla. ¡Y la sartén ni siquiera era Tefal!).
Ahora ya hay mujeres adictas a los pinchazos de vitaminas y botox en la cara. No pueden dejar pasar una semana sin llenarle los bolillos al médico, para que éste les rellene la cara y los labios con la jeringuilla. Todo un presupuesto para convertirse en una mamonaza.
Ya podemos decir adiós a la muñeca hinchable, que parecía un flotador, con la boca en forma de cenicero, expresión pasmada, y que podía reventarse, convirtiendose en una cataplasma en pleno coito. En algunos sex shops americanos ya se venden perfectas muñecas de silicona, con cabello natural y un tacto divino. Y cabe el peligro de que, con los adelantos técnicos de hoy día, acaben implantando un chip a esas muñecas, y puedan susurrar un: I love you, al oído de sus parejas. Y, en consecuencia, cabe también el peligro de que algún tarugo no encuentre la diferencia entre su mujer, totalmente siliconada, y esa muñeca que se vende en los sex shops.
Cuando una persona se me pone delante y lo primero que me viene a la mente es: ¡Vaya tetazas de plástico, menudos morros, o que estirón! Significa que el trabajo está mal hecho. La buena cirugía no debe ser evidente.
Yo no estoy en contra de la cirugía estética. Estoy en contra de la exageración y de la chapuza. (Me han contado que, en la peluquería de un pueblo, anestesiaban a las pacientes de un certero sartenazo en la coronilla. ¡Y la sartén ni siquiera era Tefal!).
Ahora ya hay mujeres adictas a los pinchazos de vitaminas y botox en la cara. No pueden dejar pasar una semana sin llenarle los bolillos al médico, para que éste les rellene la cara y los labios con la jeringuilla. Todo un presupuesto para convertirse en una mamonaza.
Ya podemos decir adiós a la muñeca hinchable, que parecía un flotador, con la boca en forma de cenicero, expresión pasmada, y que podía reventarse, convirtiendose en una cataplasma en pleno coito. En algunos sex shops americanos ya se venden perfectas muñecas de silicona, con cabello natural y un tacto divino. Y cabe el peligro de que, con los adelantos técnicos de hoy día, acaben implantando un chip a esas muñecas, y puedan susurrar un: I love you, al oído de sus parejas. Y, en consecuencia, cabe también el peligro de que algún tarugo no encuentre la diferencia entre su mujer, totalmente siliconada, y esa muñeca que se vende en los sex shops.
¡Qué triste es el deterioro físico! ¡Y qué dura la batalla para la conservación de la juventud!
Fotos via Flickr: Dirty bodega, y Hely qq.
2 comentarios:
Hola Carlos.
¿Sabes cuál es el problema de fondo de todo ésto? No soltar la juventud. El día que se enteren que soltarla y acomodarse a nuevas situaciones es un insospechado placer, se apuntarán todas al carro. Cada día me gusta más haber cumplido los 50, mirar atrás y ver lo construido. Sin duda que hay mas volumen de tiempo hacia atrás que hacia adelante. Pero no renuncio a mis referentes por nada. O sea, a mi edad. Por cierto, a estas horas, 13,00 del mediodía, he paseado al Vodka (mi perro) una hora, he ido al gym 3/4 de hora y he escrito 2 columnas de opinión. No conozco a ninguna treintañera que lo haga.
Se te quiere, por protest´n.
Besos, Martorell,
ANNA (annaescarlata.blogspot.com)
Miraré con asiduidad tu Blog. Gracias por el sabio comentario.
Acabo de organizar un evento magnífico, en Madrid, para el Hotel Plaza Athénée de Paris , con todos los que no van nunca a festejos con photocall y tv's, Preysler incluída. Y el Hotel, que no quiso convocar a medios, tampoco quiere, por el momento, que dé las fotos que tengo del fotógrafo francés!!!
Un abrazo.
Carlos.
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