A los 71 años de edad ha fallecido este genio de la Moda. Tras escuchar la triste noticia, me he puesto a recordar mis encuentros con Saint Laurent, en Paris, Marrakech y Nueva York.
Dalí me presentó a Saint Laurent en el Maxim's, de Paris, la noche en que el pintor presentaba el Vogue que había diseñado. Al finalizar el acto, Yves me invitó a cenar a su casa en la Rue de Babilone. Yo, que aquel mes estaba ayudando, en un tema de logística, a Ricardo Bofill, que instalaba un despacho en Paris, pedí a Saint Laurent si podía hacer extensiva la invitación a Ricardo, y aceptó amablemente.
Entre los asistentes a la cena recuerdo a Loulou de la Falaise, brazo derecho del diseñador, con su madre la Marquesa Maxim de la Falaise, Paloma Picasso, Marisa Berenson, Thade Klossowski y, por supuesto, Pierre Bergé, compañero profesional y sentimental del modisto.
Escuchando de fondo canciones de Marlene Dietrich, yo observaba a Saint Laurent. Yves me pareció una persona torturada, tímida, frágil, muy vulnerable, y con el sentido del humor de un amable niño travieso. Durante mucho rato, estuvo enseñándome un album con fotos que había hecho en Marruecos.
Un par de semanas más tarde, Ricardo Bofill y yo emprendíamos un viaje para recorrer el Valle del Dra, en el desierto del Sahara. Me sorprendió mucho que Serena Vergano, pareja inseparable de Ricardo, madre de uno de sus hijos, e íntima amiga mia, se quedase en Barcelona. Al llegar a Marrakech nos instalamos en el hotel La Mamounia. Y esa primera noche fuímos invitados a tomar una copa al impresionante palacio de Saint Laurent, Le Jardin Majorelle, para luego cenar en el restaurante Dar Es Salam.
Instalados en el palacio de Yves estaban Andy Warhol y su productor Fred Hughes. Y cuál fue mi sorpresa cuando comprendí que se había iniciado, con disgusto de Saint Laurent, un fogoso idílio entre el arquitecto y la sofisticada Loulou de la Falaise. Idilio anovelado en el capítulo "Un desierto para tres", de mi "Réquiem por Peter Pan".
Durante la cena, en el Dar Es Salam, actuaron bailarínas del vientre. Y recuerdo que Pierre Bergé tuvo que reñir a Saint Laurent, porque repicaba con los cubiertos, como un niño gamberro, pidiendo que también salieran a bailar hombres.
Yo no supe que Loulou se añadía a nuestro periplo por el desierto hasta que, al dia siguiente, una vez dejado el hotel, pasamos por el palacio para recogerla. Saint Laurent estaba furioso y soltó unos desagradables improperios, que prefiero no repetir. Porque Loulou, su brazo derecho, y que debía ejercer de ama de casa para sus importantes invitados, le dejaba plantado.
Por su lado, Loulou había planeado una "Luna de Miel" con Ricardo, y no soportaba la idea de hacer el viaje con un tercero. La cosa tenía gracia: yo conocí a Loulou cuando era modelo en Nueva York, nos llevabamos muy bien, y fui yo quien le presentó a Ricardo. Y ahora, sin comerlo ni beberlo, me había convertido en un estorbo. Este lío divertía mucho a Ricardo.
No voy a dar detalles del pesado viaje. Solo decir que me tocó recorrer el desierto en el incómodo y angosto asiento trasero de un Mini Morris (el vehículo más inadecuado para atravesar el Sahara) sintiéndome como un verdadero lastre, y al son, a todo volumen, del Réquiem de Mozart.
En 1983, Diana Vreeland, directora del Costume Institute del Metropolitan Museum de Nueva York, organizó la exposición del 25 aniversario de la Maison Saint Laurent. Yo fui invitado a la magnífica cena de gala y, como solía hacer en Nueva York, llevé mi Nikon y pude fotografiar a un montón de celebridades internacionales, para publicar un reportaje en España. Esa fue otra ocasión para encontrarme con el exquisito diseñador.
Dalí me presentó a Saint Laurent en el Maxim's, de Paris, la noche en que el pintor presentaba el Vogue que había diseñado. Al finalizar el acto, Yves me invitó a cenar a su casa en la Rue de Babilone. Yo, que aquel mes estaba ayudando, en un tema de logística, a Ricardo Bofill, que instalaba un despacho en Paris, pedí a Saint Laurent si podía hacer extensiva la invitación a Ricardo, y aceptó amablemente.
Entre los asistentes a la cena recuerdo a Loulou de la Falaise, brazo derecho del diseñador, con su madre la Marquesa Maxim de la Falaise, Paloma Picasso, Marisa Berenson, Thade Klossowski y, por supuesto, Pierre Bergé, compañero profesional y sentimental del modisto.
Escuchando de fondo canciones de Marlene Dietrich, yo observaba a Saint Laurent. Yves me pareció una persona torturada, tímida, frágil, muy vulnerable, y con el sentido del humor de un amable niño travieso. Durante mucho rato, estuvo enseñándome un album con fotos que había hecho en Marruecos.
Un par de semanas más tarde, Ricardo Bofill y yo emprendíamos un viaje para recorrer el Valle del Dra, en el desierto del Sahara. Me sorprendió mucho que Serena Vergano, pareja inseparable de Ricardo, madre de uno de sus hijos, e íntima amiga mia, se quedase en Barcelona. Al llegar a Marrakech nos instalamos en el hotel La Mamounia. Y esa primera noche fuímos invitados a tomar una copa al impresionante palacio de Saint Laurent, Le Jardin Majorelle, para luego cenar en el restaurante Dar Es Salam.
Instalados en el palacio de Yves estaban Andy Warhol y su productor Fred Hughes. Y cuál fue mi sorpresa cuando comprendí que se había iniciado, con disgusto de Saint Laurent, un fogoso idílio entre el arquitecto y la sofisticada Loulou de la Falaise. Idilio anovelado en el capítulo "Un desierto para tres", de mi "Réquiem por Peter Pan".
Durante la cena, en el Dar Es Salam, actuaron bailarínas del vientre. Y recuerdo que Pierre Bergé tuvo que reñir a Saint Laurent, porque repicaba con los cubiertos, como un niño gamberro, pidiendo que también salieran a bailar hombres.
Yo no supe que Loulou se añadía a nuestro periplo por el desierto hasta que, al dia siguiente, una vez dejado el hotel, pasamos por el palacio para recogerla. Saint Laurent estaba furioso y soltó unos desagradables improperios, que prefiero no repetir. Porque Loulou, su brazo derecho, y que debía ejercer de ama de casa para sus importantes invitados, le dejaba plantado.
Por su lado, Loulou había planeado una "Luna de Miel" con Ricardo, y no soportaba la idea de hacer el viaje con un tercero. La cosa tenía gracia: yo conocí a Loulou cuando era modelo en Nueva York, nos llevabamos muy bien, y fui yo quien le presentó a Ricardo. Y ahora, sin comerlo ni beberlo, me había convertido en un estorbo. Este lío divertía mucho a Ricardo.
No voy a dar detalles del pesado viaje. Solo decir que me tocó recorrer el desierto en el incómodo y angosto asiento trasero de un Mini Morris (el vehículo más inadecuado para atravesar el Sahara) sintiéndome como un verdadero lastre, y al son, a todo volumen, del Réquiem de Mozart.
En 1983, Diana Vreeland, directora del Costume Institute del Metropolitan Museum de Nueva York, organizó la exposición del 25 aniversario de la Maison Saint Laurent. Yo fui invitado a la magnífica cena de gala y, como solía hacer en Nueva York, llevé mi Nikon y pude fotografiar a un montón de celebridades internacionales, para publicar un reportaje en España. Esa fue otra ocasión para encontrarme con el exquisito diseñador.
Mis diapositivas, olvidadas en un cajón desde 1983, y grabadas hace unos días en un CD, para luego subirlas a este Blog, han ido perdiendo mucha calidad.
Por orden se puede ver a: Catherine Deneuve, Elsa Martinelli con Gianni Versace, Raquel Welch con su marido y Diana Ross, Valentino, Lynn Wyatt con Hubert de Givenchy, Dianne Von Fürstenberg, Marisa Berenson con Richard Bernstein, Claudette Colbert, Pamela Sue Martin (Dinastía), y Marina Schiano, entonces Vicepresidente Ejecutivo de Saint Laurent, en los Estados Unidos.
2 comentarios:
Seria muy interesante que publicaras tus memorias, exito seguro. Saludos
Me lo proponen continuamente, pero algunos protagonistas podrían molestarse. Me gustaría saber tu nombre, pues firmas siempre como "Anónimo". Muchas gracias.
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