

¡La Iglesia Católica se queja de falta de humildad y del imperante materialismo!
El Papa Benedicto XVI, en su sermón de la Misa del Gallo, pidió "humildad". Y dijo: "Dios se hace niño inerme para vencer la soberbia, la violencia y el afán de poseer del hombre. En Jesús, Dios asume esta condición pobre que desarma...".
Como si la Iglesia Católica no tubiese afán de poseer, y fuese una iglesia humilde y pobre que desarma...

No olvidemos que todo empezó con un pesebre y un poco de paja, en un establo mal oliente para el ganado.

Pero, con el paso de los siglos, el establo ha ido evolucionando con ejemplar "humildad y modestia", como puede verse. En el Vaticano ya no hay ni rastro de aquel ganado, pero sí de la inmensa fortuna que han ganado.


El Museo Vaticano. Un cúmulo de riqueza y piezas de arte de un valor incalculable.

El bastón de pastor y la vestimenta sencilla de Jesús también han mejorado...

Ahora, el pastor viste brocados, moarés de seda y pieles de armiño. Y se cubre con mitras cuajadas de enormes piedras preciosas. Y aquel rústico bastón de madera se ha convertido en oro macizo.

Jesús hacía sus entradas triunfales montado sobre un asno.

Pero la cosa fue mejorando con el paso del tiempo.

El Papa de mi infancia y adolescencia fue Pio XII. Eugenio Maria Giuseppe Giovanni Pacelli, perteneciente a una familia aristocrática, fue un hombre con una inegable elegancia y buena presencia.
Su imagen, la de Franco y un crucifijo, presidían todas las aulas de mi colegio. Cuando Pio XII falleció yo tenía 14 años.

En aquella España gris, recuperándose de la pobreza, tras la guerra civil, la fastuosa imágen de Pio XII me fascinaba.

Ese afán del Vaticano por emular el fasto y la ostentación de los Faraones de Egipto generaba en mi mente infantil una confusión hollywoodiense.



Debido a las impresionantes sillas gestatorias y a los espectaculares flabelos de plumas de avestruz, llegué a confudir a Papas con Faraones.




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Como la coronación de Napoleón Bonaparte.

Jesús de Nazareth vestía con sencillos trozos de tela, cuando echó a los fariseos del templo.

Esa vestimenta también ha ganado en calidad.



¿No se podrían predicar las palabras de Cristo con la misma sencillez y humildad que las hicieron mundialmente populares? Ninguna otra religión, ni los cabezas de ninguna otra iglesia, ofrecen esta imagen de riqueza, pompa y esplendor.


Yo respeto la sencillez de Teresa de Calcuta, de los budistas, de los curas misioneros, y de las monjas que ayudan en los hospitales. Y creo que todo este fasto apabullante del Vaticano incita a la apostasía, a la laicidad y, en resumen, a abandonar la fé.
Entre la juventud, el número de católicos practicantes baja día a día. La Iglesía Católica no va acorde con los tiempos que corren.
Una amiga me decía: "Me gusta esa música, pero no quien la interpreta".

Y un pobre monje budista, que conocí en Tailandia, viéndo unas imágenes del Vaticano en la televisión me dijo: "Si así vive el representante de Dios en la Tierra. ¿Cómo debe vivir el representado?
"¡Pues vive como Dios!", le contesté en broma, recurriéndo a esa expresión tan popular.
FRANCIS BACON dijo: "La experiencia de los siglos prueba que el lujo anuncia la decadencia de los imperios".